Bomba o la muerte de lo queer

Omar Feliciano*

“Amo a Kate Moss y a Campuzano,

quiero ponerme hasta el ano, como ellas”

Zemmoa – Fashion Victims

Cuando anuncié que escribiría este texto uno de los organizadores de la fiesta Bomba me dijo que carecía de ética para escribirlo después de haber hecho un argumento de autoridad al citar la opinión de Mario Lafontaine, productor y conductor. La fiesta en cuestión, inspirada en su concepto por la fiesta española itinerante “Que trabaje Rita” tuvo como atracciones principales a Raja Gemini, ganadora del programa RuPaul’s Drag Race y a la ex-modelo Carmen Campuzano convertida en DJ Campu y usó la etiqueta #SoyClubQueer para su promoción. Mi declaración ocurrió en medio del debate que suscitó en las redes sociales al ser cuestionada la legitimidad de la fiesta en cuestión, pero también sobre la calidad de los medios de comunicación especializados en la comunidad LGBTI y el actuar de la semana de diversidad sexual del ITAM. La crítica sardónica al pobre texto de Cristian Galarza titulado: “Crece fenómeno queer… pero dejan de lado derechos de la diversidad” en forma de trino de uno de los miembros de Diversidad ITAM provocó que Ophelia Pastrana cancelara su participación en la Semana de Diversidad organizada por la organización estudiantil alegando acoso o matoneo (mejor conocido bullying).

¿Qué es lo queer? ¿Usar la discriminación como argumento para las críticas a la calidad de comunicadores y medios LGBTI es banalizar el concepto? ¿En qué momento abandonamos la tradición de Oscar Wilde y la ironía se convirtió en matoneo (bullying)? ¿Es la fiesta un espacio político? ¿Quién puede escribir o no sobre la vida nocturna? ¿Quién puede ser un comunicador lgbt? ¿Cuáles son las consecuencias éticas de una estética? Claro que las preguntas también alcanza a los organizadores de esta semana: ¿Cómo es posible que un guionista de La Sopa, programa mexicano que como su equivalente gringo satiriza sobre la televisión y se presta a encarnar estereotipos y un humor misógino, pueda ser material  para una mesa de diversidad y medios de comunicación?

 

«¿Qué nos han dado los antros?», preguntaba un activista con furia en referencia a la falta de involucramiento político de los antros gays. Yo le respondía que algo fundamental: “La fiesta, ¿necesitamos más?”. El régimen de los cuerpos, sus posibilidades de representación con dimensión de género y lo performático está puesto en la pista de baile. Es justo por eso mismo que para mí es indispensable preguntar qué es lo que estamos representando, qué estamos consumiendo y qué vamos a producir a partir de la experiencia de la fiesta, de lo dionisiaco y del éxtasis. El Estado utiliza la fiesta como un medio de reproducción de valores para legitimar al sistema de dominación y reforzar el orden jerarquizado, incluso a través de fiestas de inversión como el carnaval que al celebrar al rey feo o al rey de las burlas es un espacio de transgresión y de afirmación de lo hegemónico, al mismo tiempo. Las fiestas populares, por otra parte son eventos privilegiados de la vida en comunidad, una colectividad que celebra algo pero al mismo tiempo se celebra a sí misma.

 

Sobre el beat de “Shake your groove thing” de Peaches & Herb se oye la voz de Zemmoa, la perenne promesa de la música moderna que canta a las divas de la moda y el exceso, la ex-modelo Carmen Campuzano en plan DJ Campu baila con audífonos en su cabeza en la fiesta Bomba al ritmo de la canción. Esta fiesta fue motivo de diversas críticas y debates en las redes sociales, no sólo fue cuestionada la participación de Carmen Campuzano por utilizar un set pregrabado característico del Salón Marrakech al que ni siquiera le dio play. En este breve ensayo no puedo responder todas las preguntas que han surgido en tantos frentes, pero sí puedo hacer un alegato hacia ciertas cuestiones identitarias, de estrategia política y est/ética, utilizando como motivos lo drag y sus adaptaciones mestizas, la figura de la diva adicta,  su glamour oscuro y cómo todas estas posturas políticas se reivindican en una fiesta

 

RuPaul o la dragificación de la transfobia

 

RuPaul’s Drag Race es un programa de telerrealidad que presenta a drag queens compitiendo para lograr el título de próxima super estrella drag a la manera de RuPaul, siete temporadas después, gracias a él ha aumentado la aceptación y asimilación de la cultura drag.  Sin embargo no ha estado exenta de polémicas raciales y críticas por una de las peores expresiones de racismo: la apropiación cultural.  Las acusaciones de transfobia debido al uso de la palabra tranny destacan entre los episodios más significantes, la defensa de RuPaul ha sido la de considerarse como parte del grupo ofendido para permitirse el uso de la palabra. En blogs de la comunidad trans se reconoce que hay un malentendido cultural que ha llevado a un hombre negro homosexual a convertirse en imagen popular de lo trans.

 

Los episodios de racismo y transfobia alrededor de este producto cultural son varios: La defensa de RuPaul del acto de Chuck Knipp, un hombre blanco que hace drag de una mujer negra que vive de la asistencia social y cuyos numerosos hijos tienen nombres de infecciones de transmisión sexual y tiendas de descuentos; el uso de la palabra nigger por parte de Sharon Needles; y el uso de la palabra she-male, que confrontó al programa con la comunidad trans y con el programa de telerrealidad.

 

¿Es lo drag una celebración de lo femenino o sólo otra máscara de la misoginia? Marilyn Frye no lo duda cuando afirma que “el amaneramiento femenino de los hombres gays me parece que es un deporte grave en la que los hombres pueden ejercer su poder y control sobre lo femenino«. La discusión sobre el uso sexista y misógino del lenguaje y las imágenes por parte de los hombres homosexuales aún no es un debate generalizado pero sin duda esta es una gran oportunidad para desatar esta discusión pendiente.

 

En “Hegemonic `Realness´ an intersectional feminist analysis of RuPaul’s Drag Race” Sarah Tucker Jenkins asegura que este programa de telerrealidad da una perspectiva única sobre la intersección de identidad de género, sexualidad, tamaño, clase, raza y etnicidad. En los resultados de este análisis se reconoce que el programa intenta subvertir  los estereotipos relacionados con estas categorías pero al final  los enmarca en una narrativa hegemónica donde estas identidades complejas y experiencias de vida son convertidas en objetos unidimensionales para el consumo exótico de un Otro.  En este análisis se critica particularmente la estrecha definición de lo drag que es presentada al   relacionarla con lo gay masculino. Esto es resultado de limitar la participación a hombres biológicos, lo que excluye a mujeres trans, mujeres biológicas y hombres heterosexuales que también participan de lo drag como un arte performativo en constante negociación con las categorías ya mencionadas (participantes como Carmen Carrera, Monica Beverly Hillz y Sonique ahora viven como mujeres trans).

 

A través del análisis de la participación de Manila Luzon y Raja Gemini, por mencionar algunas, Sarah Tucker demuestra el problema de la representación étnica en el drag: ¿Por qué la representación esterotipada de los asiáticos de Manila Luzon causa problemas y no la apropiación cultural de Raja Gemini de los nativos americanos y africanos? Lo que me recuerda el show de Raja en Bomba como Frida Kahlo. ¿De verdad esa es la mejor representación de lo mexicano que pudo hacer? Estoy consciente que soy de las pocas personas que se siente incómodo con la imagen, justo porque la consciencia sobre etnicidad, representación racial y apropiación cultural es casi nula en México, donde la narrativa hegemónica naturaliza las expresiones racistas. Sobre la equiparación entre lo drag y lo trans, ¿Piensa la fiesta Bomba reproducir este malentendido? ¿Incorporarán entre su troupe a mujeres, biológicas y trans, y otras performistas que aporten a lo drag en vez de repetir la formula de RuPaul’s Drag Race?

 

¿Es justificable la confusión entre lo drag y lo trans? No, así como tampoco se debe justificar la confusión entre lo queer y lo drag, como sucedió en México en relación a la fiesta Bomba. Es difícil que un hombre (RuPaul) comprenda algo cuando su salario depende de su no comprensión.

 

Queer, ese discreto malentendido y el ensueño colonial

 

El principal problema con el texto de Cristian Galarza “Crece fenómeno queer… pero dejan de lado derechos de la diversidad” es que hay una confusión grave con el término anglosajón queer. En el texto habría que sustituirlo por drag o drag queen y entonces tendría sentido, particularmente en el contexto del impacto cultural de RuPaul’s Drag Race entre los hombres homosexuales de la Ciudad de México.  Queer, es una categoría acuñada en la conferencia de estudios lésbicos y gays, organizada por Teresa de Laurentis y compilada en Teoría queer: Sexualidades gay y lésbicas, aquí el término se usa en oposición a gay y lésbico para demostrar que no son categoría fijas o naturales. La categoría queer dejó la academia y se convirtió en una forma de activismo y en una forma de crear arte, así como una forma de vivir y experimentar con el cuerpo, en la misma vena  que el anarquismo y el punk. Por eso no es casual el disgusto de un sector hacia el artículo mal redactado por alguien quien ya ha sido señalado en redes sociales por sus textos clasistas, de mala calidad y tolerados por las redacciones de dichos medios pues se justifica por ser LGBT, como si necesitaramos un criterio de calidad distinto por nuestra orientación sexual y/o identidad de genero y/o prácticas sexuales minoritarias.

 

También es problemático que el autor reconoce en su cuenta de Twitter que se interesó por el concepto gracias a la visita de Judith Butler a México. Lo que quiere decir que llegó tardísimo a la discusión porque justo lo que se discutió en las mesas de diálogo: subjetivación norte-sur fue el agotamiento del término, particularmente en el contexto latinoamericano. Judith Butler, esa filósofa pop, apuntaba a que, lejos de ser una identidad, queer constituye una operación para abrir espacios de deseo que no son reconocidos en el lenguaje o por lo hegemónico. Sin duda no ayuda a eliminar este malentendido que la fiesta Bomba haya elegido a manera de eslogan la etiqueta #ClubQueers.

 

En 2001 Yuri Tovar presentó su tesis de geografía “Espacios queer de clase media y media alta en la sociedad multicultural de la Ciudad de Mexico en el marco de la globalización” en la que habla del consumo cultural global como uniformizador de grupos y de los espacios. El espacio posmoderno es definido por las relaciones sociales que lo atraviesan, incluso políticas e internacionales. Ya no es sólo un lugar sino también una estructura de percepciones, sentidos e interacciones. En donde se construyen hiperespacios en los cuales se trata de vivir o reproducir el consumo identitario de otras latitudes en lo local, las culturas que se buscan reproducir no son casuales: son occidentales y blancas. Y fiesta Bomba es uno de estos espacios, pues reconoce que busca crear un consumo similar al que hay en España en la fiesta “Que trabaje Rita” y al reconocer su deuda con los club kids newyorkinos de finales de los años 80’s y principios de los 90’s.

 

¡Oh, el ensueño colonial!

 

Glamour y  teatralidad punitiva: Ebria, Sola, Devastada

 

Analizar la celebridad en lo absoluto es banal. En los tiempos de la sociedad de información y la economía del conocimiento, la atención se ha convertido en un bien escaso. En esta economía de la atención, las celebridades se convierten en organizadores del consumo, convirtiendo a los productos en objetos reconocibles al proporcionarles su rostro y nombre, además de tender puentes entre diversos campos de la cultura, la sociedad y la política: los actores se convierten en políticos, las modelos se convierten en actrices, las bailarinas se vuelven cantantes, las estrellas de telerrealidad se convierten en diseñadoras de modas, y así un largo etc, un análisis a fondo se encuentra en el libro de Robert van Krieken, celebrity society.

 

La sociedad de información ha desarrollado una fascinación por las celebridades que encumbra a través de los medios de comunicación. De acuerdo con Robert Van Krieken, las celebridades son aristócratas democratizados en muchos aspectos, tanto como sujetos como objetos de las relaciones de poder con la audiencia.  Para él, la sociedad de la celebridad es una forma de democratización de la aristocracia: se han incrementado el número de categorías y personas que pueden alcanzar el estatus de celebridad.

 

En Vigilar y castigar Michel Foucault explica cómo “se quiere establecer, en el teatro de los castigos, una relación inmediatamente inteligible a los sentidos y que pueda dar lugar a un cálculo simple. Una especie de estética razonable de la pena”. La viñeta del vine funciona como una celda, donde el sujeto es enmarcado para su exhibición y desprecio público, como una narrativa para el control, desde una perspectiva de género.

 

Zygmunt Bauman identifica estos dispositivos  como “nuevos intermediarios culturales” “cuya misión es crear celebridad y su culto, para el bien de los negocios y las ganancias”. Los ingenieros de esta operación son los jefes de prensa y de relaciones públicas que construyen un personaje con ayuda de  fotógrafos, diseñadores, maquillistas, escenógrafos y gestores de comunidades. La construcción social del sistema de estrellas responde a las aspiraciones y sueños de la audiencia.

 

Para Theresa Rebeck, en esta sociedad de consumo de la celebridad existe una obsesión por ver a las niñas bonitas terminar mal, señala que esta cultura celebra la cosificación sexual de las niñas bonitas que son convertidas en ideales culturales para ser retratadas haciéndose cosas autodestructivas y comportándose fuera de los parámetros de normalidad, para luego contar de su rehabilitación y regreso al escenario.  Laura Clancy nos hace notar en ‘Death watch’: the gender politics of a celebrity breakdown que hay una dimensión de género en el tratamiento de las crisis de las celebridades: cuando Kate Moss salía con Pete Doherty y fueron retratados consumiendo drogas en público, Kate Moss perdió campañas y el apoyo de patrocinadores de alto nivel, mientras que a Pete ganaba premios como el hombre mas sexy en los NME awards.

 

Elizabeth Wilson en “A Note on Glamour” aborda la dimensión trágica del deseo y habla de cómo se ha pasado de una representación de perfección en relación con el cuerpo y la vestimenta para inaugurar una dimensión donde la muerte y la decadencia son significantes. Para ella, esta es la confluencia del glamour con lo abyecto, tal como lo entiende Julia Kristeva. La figura de la modelo anoréxica y de la modelo heroinómana/cocainómana es la figura en la que se condensa este glamour necrótico, superhombre o supermujer de la sociedad de consumo. A esta figura responde Kate Moss y en nuestro contexto nacional, Carmen Campuzano, tal como les canta Zemmoa en su canción.

 

Este es el contexto en el que ocurre el ascenso y caída de Carmen Campuzano. Hace tiempo que ha dejado las pasarelas y las portadas de revistas para convertirse en un meme. En Vine se retomó unos segundos de una entrevista a la ex-modelo en la que se le pregunta qué hará el 14 de febrero y ella responde que lo pasará ebria, sola y devastada. Este meme ha tenido gran aceptación entre las redes de hombres homosexuales y de acuerdo a la crónica Vagabond Beat, Gerard Cortez lo usó como canto de guerra para animar la fiesta: “¡Ebrias! ¡Solas! ¡Devastadas!”. El talento completo de la fiesta Bomba bailaba al ritmo de “Money, Success, Fame, Glamour”, parte de la banda sonora de Party Monster, es sintomático como Carmen Campuzano sustituyó la letra de la canción por sus célebres tres palabras. El público cantaba con ella, con el éxtasis que se siente de estar en la presencia de una figura de glamour.

En The Rise and Fall of Gay Culture Daniel Harris sugiere que en el centro mismo de la adoración de las divas por parte de la cultura gay masculina se encuentra la experiencia universal del homosexual de inseguridad y ostracismo. Los hombres gays equiparan su experiencia frustrante con el amor y el sexo con la de las divas en desgracia, se envuelven en su glamour necrótico a manera de abrazo solidario, narran sus vidas a través de estas metáforas de la celebridad y el consumo.¿Qué tienen en común Gloria Trevi, Lucía Mendez y Carmen Campuzano, todas íconos para el gay mexicano promedio? Las cuatro escalaron a la fama para alcanzar el estatus de divas, se rodearon de lujos y excesos y después enfrentaron la caída, ante la mirada morbosa de sus audiencias, ahora convertidas en cristianas redimidas hablan de superación y perdón. En esta narrativa está perfectamente dibujado el ciclo de deseo, culpa y redención que vive el hombre homosexual en una sociedad católica.

 

Hombres con disfraz y el chico que presiona el botón de reproducir

 

Time Out describe como dos de los DJs de Salón Marrakech idearon esta fiesta, aunque hay que aclararle a la nota que ninguno de los mencionados lleva ocho años ahí. Sin duda la fiesta Bomba es el resultado de lo que se ha gestado a partir de la fundación del Salón Marrakech en la calle de República de Cuba en el centro histórico, mis musas, Paris y Yolanda, participantes de la fiesta Bomba, deben gran parte de su reconocimiento a su experiencia drag en este enclave de lo torcido en Distrito Federal. La fiesta Bomba no podria existir sin esta audiencia exigente curtida por experiencias como “A Hell of a Party” de Anal Magazine, la Fiesta de Caballeros, la fiesta Gbay en el Bahia Bar, las fiestas de lanzamiento de 4Umag, Last Days of… entre otras.

 

La Revista TVNotas, la revista con mayor tiraje en México, le dedicó una nota  en su sitio web a Carmen Campuzano: “Su nombre sobre los escenarios será DJ Campu, que se dejó ver con varios hombres con disfraz”. La narrativa drag, incluso el nombre del evento, es eliminado de esta narrativa. Ese es el precio de posar junto a una figura rodeada por este halo de glamour necrótico, poco importa lo que hay alrededor. En un video que circula en Facebook ilustra el momento en el que DJ Campu aparece en el escenario, celebra los aplausos y uno de los DJs, identificados por TVNotas como animadores, va por ella, la toma del brazo y la coloca frente al equipo, el otro muchacho aprieta el botón de reproducir, comienza a sonar el set con la canción de Zemmoa mientras DJ Campu brinca y baila con los audífonos en la cabeza.

 

Con el ascenso del DJ como superestrella y con el triunfo cultural del género EDM, se ha desatado una serie de críticas al género por entronizar como ídolos a personas que no mezclan en vivo y que sólo presionan play. DJs como A-Trak, Calvin Harris, Afrojack, y Deadmau5 se han involucrado en la discusión global sobre el tema: Desde Swedish House Mafia hasta Paris Hilton, el DJ como un performance de celebridad.

 

Lo queer está muerto, ya es sólo una etiqueta comercial, ya se discutió de la mano de Judith Butler y no hay que darle más vueltas. Sin embargo su espectro recorre las fiestas de Ali Gua Gua, los conciertos de Kumbia Queers, las noches locas de Casa Gomorra, las fiestas del Bloque Rosa, las poses en el Polari’s Kiki Ball y en los performances fiesteros de Naif Sicodelia. Mientras Yolanda sea abucheada en la fiesta Bomba por su performance que equipara el amor a la mierda habrá una flor de resistencia en un jardín de comformidad. Larga vida a lo queer.

 

Yo respondo al productor de la fiesta que cuestionó mi ética, tras lo dicho en este texto, que la obligación ética es de la fiesta Bomba para no convertir a DJ Campu en un escalón más de la caída de una diva para el entretenimiento de las masas envidiosas y adoradoras de la figura trágica de la diva envuelta en su glamour necrótico. Los productores tienen la obligación de que su talento drag no se convierta en “hombres disfrazados” y en segundo plano al servicio de la celebridad, si el modelo al que aspiran es “Que Trabaje Rita”, pueden comenzar con deleitarnos con una canción producida por sus DJs y protagonizada por su talento como la que detonó el éxito de esta fiesta española. Una última pregunta: ¿de verdad prefieren “Ebria, sola, devastada” por encima de “Rostro, pelazo, cuerpazo y actitud”?

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*Omar Feliciano es activista, performista, ensayista, feminista y otros ismos. @tipographo

Un comentario en “Bomba o la muerte de lo queer

  1. Tras mucha reflexión después de asistir la “fiesta más polémica” y leer tu blog (que en otros aspectos me pareció muy acertado en sus críticas feministas constructivistas), debo confesar que aún no me hace sentido todo este discurso sobre la muerte de lo “queer.”
    En mi manera muy personal, yo pienso que,

    • independientemente del significado o significados que los filósofos y teoristas dieron a la palabra “queer” en los inicios de la teoría queer como disciplina académica,

    o la palabra “queer” ya existía en el mundo, ya se usaba, ya sea como insulto o como etiqueta de identidad, por ejemplo a lo William Burroughs, quien hace más de 60 años relató una experiencia “queer” muy real y hasta a veces espeluznante), e

    • e independientemente de lo que hoy digan académicos como mi queridísima Judith Butler (quien abrió mis ojitos de chamaco universitario cuando leí su obra Gender Trouble) sobre la muerte o no de lo “queer”,

    o el concepto/etiqueta/movimiento ya ha evolucionado y sigue teniendo relevancia en la cabeza de miles de integrantes de nuestra comunidad en todo el mundo.

    Mientras existan personas que se sienten asfixiados por las expectativas y los estereotipos asociados a las etiquetas G, L, o T (impuestas tanto por una sociedad heteronormativa como por integrantes de nuestra propia comunidad), creo y espero que habrá un espacio y un uso válido para la palabra “queer” como etiqueta identitaria, o mejor dicho, como “anti-identidad,” que celebre la rica fluidez con la que vivimos nuestros géneros y sexualidades de infinitas maneras.

    En este contexto, pienso que describir como espectro lo “queer” que recorre nuestros espacios sociales contemporáneos es negar la liberación que muchos sentimos al usar y celebrar lo “queer” y hasta puede entenderse como un intento contra la subjetividad por la cual tanto luchamos y peleamos todos los días. Ahora bien, si también lo “queer”, como muchas otras etiquetas/identidades/tribus/etnias/sexos/etc., llega a ser utilizado como etiqueta comercial, es lamentable y a la vez de esperarse, pues vivimos en un mundo que torna alrededor de una moneda y todos queremos o nos vemos obligados a ganar la vida, y habrán tanto personas que la quieran ganar haciendo lo que aman, como personas que la quieran ganar engañando al público creando un falso sentido de intimidad e inclusión. Aquí el enemigo no somos nosotros ni los otros ni nadie sino el mismo sistema capitalista neoliberal que nos rige, y debemos hacer todo en nuestro poder para derrotar este sistema y recuperar la subjetividad sobre nuestros recursos, nuestros cuerpos, y nuestras identidades de tal manera que nadie podría (ni siquiera se le ocurriría) apropiarlos para fines de lucro privado de una minoría hegemónica. Mi esperanza es que todxs sigamos atentxs, vigilantxs, y sobre todo unidxs en esta lucha.

    Saludos y besos y gracias por la oportunidad de reflexionar sobre estos temas tan importantes.

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